Oriente

Mandalas en oriente

En china, las construcciones de base de pagodas, templos y cementerios son siempre circulares.
En el I Ching (libro de las mutaciones) en circulo Wu Gi (el primer origen, el no-comienzo) es el símbolo del origen de la unidad de toda la existencia. Los ocho signos básicos, en los que se basa en I Ching, están integrados en una estructura mandálica. En el Feng-Shui, el arte chino de la armonía, cumplen una importante función.
El símbolo del Yin y el Yang condensa la filosofía y lo mas característico del taoísmo, su visión del ordenamiento del mundo y del espíritu. 
En el dominio de la manifestación, yang (parte blanca) y yin (parte negra) evocan la unidad y la dualidad, la diversidad y la totalidad. Simbolizan al cielo y a la tierra, lo masculino y lo femenino, ligados uno al otro y en abrazo mutuo. La mitad yin tiene un punto yang y la mitad yang un punto yin, signo de la interdependencia de ambas determinaciones, huella de la luz en la sombra y de la sombra en la luz.
En la India a los mandalas se les suele llamar «yantras». Un yantra es un diagrama
cósmico de origen hindú —se utiliza en la tradición sadhana o tántrica— que puede estar compuesto de una o varias figuras geométricas. Generalmente los encontramos dibujados sobre papel, madera, metal o incluso sobre tierra o arena.
Las primeras civilizaciones del valle del Indo —hace cinco milenios— ya los utilizaban con fines mágicos. Les otorgaban el poder de devolver la salud, vencer los peligros, provocar la lluvia, aumentar la fertilidad de la tierra o asegurar el éxito en la caza.
Muchos orientales los siguen utilizando como amuleto o talismán, ya que popularmente se cree que ofrecen protección contra las malas energías y favorecen la fortuna. Asimismo, los astrólogos védicos los emplean para llevar a cabo sus adivinaciones.
Más allá de estas aplicaciones —y de su belleza y armonía formal—, el yantra es una llave que nos permite sintonizar con las energías sutiles del macrocosmos. Los hindúes consideran que estas figuras geométricas tienen la capacidad de ponernos en contacto con energías y entidades superiores, por lo que les confieren gran importancia en el desarrollo espiritual.


LOS COMPONENTES DEL YANTRA
En el caso de los diagramas propios de la tradición hinduista, se destaca el trazo lineal como recurso para representar la relación entre el microcosmos y el macrocosmos, y expresar la existencia del ser humano.
La palabra yantra proviene de la raíz sánscrita yam que, significa, entre otras cosas, dirigir. Cada yantra es un campo espiritual autónomo, un reino completo y cerrado, protegido contra las interferencias externas. 
Está delimitado por una línea exterior (un cuadrado dotado de cuatro aberturas orientadas hacia cada uno de los puntos cardinales) que tiene la función de retener y conservar la energía que emana del núcleo de la composición. Este punto energético central consta de una o varias figuras, como círculos, triángulos. Cada una de ellas representa un tipo de energía diferente.
Al combinarse diferentes figuras se produce una interacción energética altamente poderosa.
Además de figuras geométricas simples, en los yantras encontramos otros elementos simbólicos como flechas, picos o tridentes, que suelen indicar el sentido en el que fluyen las energías del yantra.
El yantra se utiliza en la India como instrumento para la meditación, ya que opera como punto focal hacia lo absoluto. Está diseñado para elevar la conciencia y acercar al contemplador a un grado superior de espiritualidad. Esto se consigue gracias a su capacidad de atraer el ojo hacia el centro de la composición, que suele ser perfectamente simétrica. Cuando la atención del practicante se deposita en el yantra, el ruido mental cesa progresivamente y la mente puede fluir sin esfuerzo abrazando el vacío, a un estado no condicionado de conciencia.
Al ser una representación microcósmica del universo, estos diseños son al mismo tiempo una puerta interior —hacia el fondo de uno mismo—y exterior—hacia la inmensidad del cosmos.
Los hindúes tienen yantras específicos para diferentes deidades. Estas figuras
geométricas les permiten, por tanto, sintonizar con la divinidad elegida y su fuerza característica. Entre todos ellos el más apreciado es el Tripura Sundari, que simboliza el universo y recuerda al practicante que no hay diferencia entre el sujeto y el objeto, entre el observador y lo observado.
Sólo los maestros yántricos de mayor jerarquía pueden aportar un nuevo yantra al mundo.
La confección de estos mandalas se inicia por el centro —a menudo un punto— y suele terminar con un cuadrado exterior.
Estos poderosos diagramas trabajan a partir de la idea de que cada forma emite una frecuencia y energía concreta. Esto no es exclusivo de las tradiciones hindúes, ya que la cruz de los cristianos, la estrella de David o incluso las pirámides egipcias se basan en este mismo principio: formas geométricas a la que se atribuye una energía determinada para promover el desarrollo espiritual.
Cuando el practicante conecta con la energía del yantra se produce lo que los
maestros llaman «resonancia»: la mente sintoniza con la naturaleza de la forma; fluye con ella y recibe la energía sutil y transformadora del Universo. Por eso podemos compararlo con un mantra, ya que armoniza la energía del practicante con la del yantra, que a su vez vibra con la energía infinita del Universo. La diferencia es que el primero utiliza símbolos verbales, y el segundo se sirve de dibujos geométricos.
En meditación a menudo se utilizan ambos instrumentos simultáneamente.
El mandala o yantra más importante y universal del hinduismo es el Sri-yantra, una compleja disposiciónde triángulos y hojas de loto que expresan toda la energía motriz del universo y el delicado equilibrio de los principios masculino y femenino. Los bellos triángulos que señalan hacia abajo simbolizan Shakti, el principio femenino, que representa todo lo que es activo y creativo en el cosmos; los cuatro que señalan hacia arriba simbolizan a Shiva, el principio masculino y la conciencia suprema.
Cómo se intersectan los triángulos está claramente abierto a la interpretación, y el iniciado puede leerlos de varias maneras distintas. Sin embargo, el dualismo es más aparente que real: lo que expresa este yantra es la unidad de la conciencia cósmica con la que la persona puede identificarse.
Los yantras son los patrones vibratorios de los mantras, y el sri-yantra es la imagen correspondiente al mantra primordial OM.

Los mandalas tibetanos incorporan a las formas del círculo y el cuadrado una multitud de figuras, símbolos y motivos. Los devotos circulan en torno a las stupas(monumentos de piedra circulares) con sus pies y recorren las thangkas (pinturas en tela) con sus ojos. Siguen el trazado del diseño del mandala como un mapa de la conciencia espiritual. Se apoyan en ellos para determinadas prácticas de meditación. Dos de los mandalas mas conocidos del budismo tibetano son Kalachakra (la Rueda del Tiempo) y Bhavachakra (la Rueda de la Vida)


Kalachakra es construido en arena, en distintas partes del mundo, por los monjes del Monasterio Namgyal del Dalai Lama en Dharamsala, India. Luego de los rituales de preparación plasman el diseño con arenas de colores durante varios días. Cuando se ha terminado la arena es barrida para representar la impermanencia de la vida y luego ofrendada a los espíritus de las aguas locales como gesto de purificación para el medio ambiente.

La contemplación de un yantra favorece la calma y la concentración, por lo que promueve el bienestar físico, psicológico y espiritual. Por eso existen especialistas que los consideran precursores de una nueva terapia vibracional, emparentada con la medicina de tipo «cuántico» que promueve, entre otros, Deepak Chopra.

Los mandalas budistas en cambio se distinguen por sus elementos figurativos altamente estilizados, buscando la armonía de las líneas y las manchas. Los elementos se organizan y distribuyen sin depender de ninguna referencia externa. La relación entre las rectas y las curvas, la proporción, la calidad y  la disposición de los trazos le otorgan un valor estético específico. A través del ritmo, el equilibrio y las tensiones diversas se consiguen efectos agradables o emotivos en el que los contempla. Suele aparecer un Buda revestido como Rey Universal.
El mandala es concebido como un espacio sagrado que con su sola presencia en el mundo le recuerda al observador la santidad inherente del universo y su capacidad potencial para desarrollarla en si mismo. Los consideran elementos destinados a la eliminación del sufrimiento humano y al logro de la iluminación y de la correcta visión de la realidad. Se trata de un recurso para descubrir la divinidad que reside en uno mismo a través de la realización personal.

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