Lo circular

Miles de años  de observaciones astronómicas tuvieron como resultado el desarrollo del zodiaco, una rueda con doce segmentos. Muestra las posiciones del sol con respecto a la luna, las estrellas y los planetas durante el año.
Otros calendarios también tienen forma circular.



Muchos ritos religiosos comienzan con el trazado de un círculo. El espacio dentro del círculo ritual se transforma en espacio sagrado. Crear un círculo es un acto sagrado. También un intento de lograr resonancia con las armonías divinas del universo para sincronizar las propias acciones con el plan divino.
Ejemplo de esto son los círculos rituales de curación de los indios navajos: cuando se le solicita a un sanador navajo que ayude a una persona enferma, alisa una superficie en el suelo y crea un mandala con arena de colores siguiendo un motivo seleccionado por el sanador de acuerdo con las necesidades de la situación. Una vez completo el motivo se coloca al paciente en el centro de la pintura de arena. Se considera que el orden sagrado del diseño del mandala restaura la armonía y atrae a las deidades que ayudan a la restauración de la salud.

Algunos lugares naturales también asumen la forma de círculo, como cavernas y montañas. Con frecuencia pueblos primitivos identificaban lugares imponentes como áreas sagradas, como por ejemplo el monte Fujiyama en Japón.
Tal vez con la esperanza de incorporar algo del poder de estos sitios naturales los pueblos comenzaron a construir estructuras con propósito ritual con formas que sugieren una montaña, como los zigurats: pirámide truncada de base cuadrada cuya cima era lugar sagrado, donde se plantaba un árbol sagrado y servía de plataforma de observación astronómica.
Esta tradición se continúa en las plantas de los templos budistas, adonde además el movimiento ritual de los peregrinos dentro del templo se realiza en forma circular. Ej: planta del templo de Borobudur en Indonesia


El mandala ancestral conocido como «La Flor de la Vida» es un símbolo sagrado para muchas tradiciones. Esta composición geométrica se ha encontrado en puntos muy diferentes del planeta —dibujada, en mosaicos o tallada en piedra— y está presente en culturas que en su época no tenían ninguna conexión entre sí.
La Flor de la Vida más antigua se descubrió en  el templo medio de Osirión, en Egipto. También se han encontrado diseños de gran antigüedad en Israel, China, Japón e India. Simboliza la conexión de toda la vida y del espíritu dentro del Universo.
Para los egipcios La Flor de la Vida era una forma sagrada y desempeñaba un papel fundamental en las enseñanzas de la escuela de Misterio del Ojo Derecho de Horus, iniciación que duraba 12 años. Está formado por 19 círculos superpuestos que forman lentes o pétalos, y en los que se pueden encontrar todos los sólidos platónicos: el tetraedro, el cubo, el octaedro, el dodecaedro y el icosaedro.

En su libro The Ancient Secret of the Flower of Life, Drunvalo Melchizedek habla así de este mandala sagrado:
«Contiene todas las fórmulas matemáticas, toda ley física, toda armonía musical, todas las formas de vida biológicas que van desde la más baja hasta específicamente vuestro cuerpo. Contiene cada átomo, cada nivel dimensional, todo lo que se encuentra dentro de las frecuencias vibratorias del universo.»
También existen versiones tridimensionales, en este caso el mandala se denomina "El Fruto de la Vida» y su representación plana replica el circulo 19 veces, quedando todos ellos encerrados por dos círculos externos. De no ser así, se trataría de una matriz de crecimiento ilimitado.
Este límite exterior se creó de buen principio intencionadamente, ya que al cerrar la proliferación de círculos, las antiguas escuelas de misterio —en especial la pitagórica y la hermética— creían que se mantendrían bien guardados los secretos del origen de la vida. Para ellos, este mandala encarnaba la matriz geométrica de la que surgen todas las formas vivas, incluyendo nuestro planeta y las galaxias.



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